Hablemos de independencia, Perú. Antes hablemos de la sangre derramada en los pueblos casi invisibles de tus tres regiones. Hablemos de cómo esa sangre emana de cuerpos inertes que siguen luchando por liberarse de un colonialismo político y económico. Hablemos de la guerra por el agua, por el aire y por el pan en pleno siglo XXI. Hablemos de la bestia alimentada de billetes que avanza sobre tu lecho devorándote cada pedazo de tierra virgen. Hablemos de Bagua, de Conga, de Tía María y hablemos del Amazonas en emergencia, del mar de Grau que ya no es el mismo, de tus nevados que ahora son recuerdos. Hablemos de tu destrucción, de tu postergación y de tu privatización.

Hablemos de independencia, Perú. Antes hablemos del yugo extranjero que te sigue esclavizando aun cuando te celebramos casi 200 años de autonomía. Hablemos de una patria empeñada en bancos americanos y europeos, gracias a la mano rota y nunca firme de quienes la comandaron. Hablemos de cómo el Inca mutó en Virrey y de cómo este mutó en presidente. Un amo con diferentes nombres y un pueblo que sigue agachando la cerviz. Hablemos de tu choledad y de la identidad mancillada, de la vergüenza y del insulto de los alienados que aprovechan julio para inflar el pecho e izar banderas.

Hablemos de independencia, Perú. Antes hablemos de tu riqueza cultural y culinaria: pedazos de carne que por momentos tranquilizan a los muchos y que siempre enriquecen a los pocos. Hablemos de la envidia de tus vecinos que desde afuera controlan cada rincón de tu cielo, de tus fértiles campos y de tus ciudades. Hablemos de tu grandeza olvidada en el Cusco y en los libros de Historia. Hablemos del paulatino hurto de tu territorio y de tu mapa recortado a voluntad y conveniencia de los países que te limitan desde el otro lado de la frontera. Hablemos de las guerras que nunca ganaste y de los muertos que siempre lloraste.

Hablemos de independencia, Perú. Hablemos de una independencia que ha sentado en el sillón a otro impostor y que ha cambiado la corona española por una neoliberal. Hablemos de los problemas sociales que el gobierno no puede solucionar. Hablemos de la pobreza, de la corrupción y de la informalidad. Hablemos de cómo podemos morir en pleno hospital si los médicos están en huelga. Hablemos de lo poco que puedo aprender si los profesores están en huelga. Hablemos de los peligros que puedo encontrar si los policías están en huelga. Hablemos de la política que se pasea por los rascacielos de tus ciudades, vendiendo lo poco que te queda entre postores empresariales.

Hablemos de independencia, Perú. Hablemos también de libertad. De esa misma libertad que se marcha cuando en tus plazas y avenidas los manifestantes mueren levantando el puño en son de lucha. Hablemos de libertad, como cuando obligas al homosexual a esconderse en su casa porque el amor está prohibido para él. Hablemos de libertad y hablemos de discriminación. Hablemos de religión. No, hablemos de religiones, de sectas y de ateos y agnósticos. Hablemos del racismo y del rechazo al otro por ser diferente, por ser negro, por ser discapacitado, por ser extranjero o por ser mujer.

Hablemos de independencia, Perú. Hablemos de los muchos años que pasaron y de lo poco que hemos cambiado. Hablemos de la opresión del dinero, de las normas, del poder y de la desunión. Hablemos del vasallaje que nos obliga a seguir arrastrando cadenas. Hablemos de San Martín, de Bolívar, de Castilla, de Grau y de las otras figuritas que admiras a todo color en tu lámina Huascarán. Hablemos de nuestra república redimida por una plaga de ratas y de cuervos que desvalijan a la Madre Patria. Hablemos de que somos libres aunque estemos privados de todo. Te amaría más, Perú. Te amaría más si fueras aquello que soñaron los que te fundaron. Te amaría más en tu día. Felices fiestas de utopías.