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CON MIS HIJOS... NO TE METAS

Publicado: 2017-01-18

En verdad te digo: con mis hijos, no te metas. Déjalos que sean libres de pensar, de actuar y de amar. No contamines su sangre rosada con el veneno que se aloja en tu miserable vientre, rancia alforja que huele a monasterio y a cirios y a rosas consagradas y a santos de los últimos días. Con mis hijos no juegues al maestro puritano que reposa cada mañana bajo la sombra del árbol de la ciencia y de la verdad. No te atrevas a denunciarlos con la eterna malicia de la manzana podrida. A mis hijos no les prohíbas la desnudez y no oses abaratar sus indefensas almas con doctrinas cojudas que inventan las mentes fanáticas que erigen piedras en lugar de caminos.

Con mis hijos no te metas. No te atrevas a incluirlos en el culto y en la adoración de un dios que participa de guerras y de odios y que permite que el poder y el dinero pisoteen la virtud del espíritu y del conocimiento. Mis hijos han de saber diferenciar, entre la multitud de deidades, la roña, el oro y la luz. Ellos, en su sano y santo juicio, han de elegir los pies de yeso o de carne o de roble o de nada, a los cuales han de llevar sus lágrimas convertidas en plegarias. No insultes sus cerebros diciéndoles que deben guardar cortesía a curas, a pastores y a reverendos, si bien sabes que tienen en los bolsillos los billetes manchados de hipocresía.

Con mis hijos no te metas. No los obligues a leer tu libro celestial ni a rezar con la cadena de misterios dolorosos, si no quieren hacerlo. No les digas a mis hijos que son pecadores. No te atrevas a conminarlos al rincón de la vergüenza. Mucho menos los amenaces con el infierno. No los castigues con tus mentiras nauseabundas y nunca te atrevas a levantarles la mano porque no cumplen tus antojadizos designios. No les digas que la muerte es mala. No les digas que es el final. Nunca coloques el espanto de la enfermedad en sus infantes cabezas, ni satanices sus soledades. Con mis hijos evita hablar de política o de religión, si de sobra sabes que son el sida y el cáncer de esta sarta de robots a la que llamamos insulsamente humanidad.

Con mis hijos no te metas. No inundes de odio y discriminación sus frágiles cuerpos. No te atrevas a promover en sus inocentes mentes la semilla del rencor hacia el prójimo. No te creas un samaritano para enlodarlos con tu inmisericorde dogma. No acuses sus sonrisas impías ni alientes su llanto. No te metas a sus aulas y no los busques a la hora del recreo. No vayas tras ellos para darles tus volantes fariseos. No los engañes. No los uses y no los conviertas en mansos corderitos sentados en el banco de tu iglesia. Déjalos que lean, que pinten, que escriban, que bailen y que canten; que su alegría y su valentía se encuentren en una misma burbuja.

Con mis hijos no te metas. No los incites a la violencia, que sean libres como el amor que proclama tu escritura sagrada. No te metas con sus amores, con los de primavera o con los de verano. Déjalos que amen sin restricciones: las 24 horas del día y los 7 días de la semana. No permitas que tu desdicha y tu miseria (y acaso tu envidia) les prohíba querer a hombres, a mujeres, a flores y a aves con la misma pasión. No te metas con sus abrazos mañaneros, ni con sus prematuros gileos. No les digas a mis hijos que el varón que viste un pantalón al cuete es maricón, ni los confundas diciéndoles que solo las mujeres pueden peinar muñecas. No te atrevas a lapidarlos si les atrae lo prohibido.

Con mis hijos no te metas. No les digas que un piercing en la ceja o un tatuaje en la espalda los vuelve poca cosa. No les digas cómo vestirse, cómo comer, cómo dormir o con quién dormir. No les enseñes que el blanco es pureza y que el negro es maldad. No seas mezquino en enseñarles la verdad caprichosa que inventas cada vez que una niña decide cambiar su cocina de plástico por un camión a control remoto. A mis hijos no los obligues a seleccionar gustos y colores bajo tus chantajes. Que no piensen que por escuchar melodías pop se volverán menos machos o más hembras. No les adviertas que dios los mira todo el tiempo y no les digas que si se masturban han de morir en la hoguera eterna.

Con mis hijos no te metas. Y no te acuestes con ellos. No los asustes con tus sotanas machadas de semen que ocultan tu alicaída erección. Déjalos así, inocentes del sexo que se oculta en el Padre Nuestro dominical. Que ellos sean los dueños de sus alcobas, no profanes sus piernas, ni los obligues al trauma. No los comprometas a formar parte de una sociedad reprimida y retrógrada que esconde su basura y su miseria en sus calzones tercermundistas. No te atrevas a cortarles las alas. Déjalos volar. No te metas con el cielo en el que han de pasear sus sueños y no les digas que existen los límites, las reglas y los castigos. No les niegues el poder que emana el arco iris. No les niegues la vida eterna. Con mis hijos, oye bien: no te metas.


Escrito por

Jorge Pérez Baca

Alguien me dijo "escribe, escribe, que algo queda". Redes de pesca: @jorgeperezbaca.


Publicado en

LA VOZ Y EL MARTIRIO

Esa no era una pipa y esta no es una columna.