ya acabó su novela

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NADIE MÁS Y NADIE MENOS

Publicado: 2016-08-25

Ni muchas menos, ni muchos más. Más o menos. Ninguno. Todos igual. Todo igual. La polémica y eterna disputa desde el origen de la humanidad. La guerra de los sexos. El sexo fuerte y el sexo débil. ¿Quién es quién? ¿Quién quiere estar por encima de quién? ¿Quién debajo de quién? ¿Quién? El hombre. En general: el hombre. Llámese varón o llámese mujer. Su naturaleza violenta está en su sangre. El hombre es un animal. Con un cerebro acaso desarrollado, pero animal. ¿Cómo corregimos eso señor presidente? ¿Cómo cambiamos eso señor ministro de Cultura? Una tarea pendiente. Tanto por hacer y nada se hace todavía.

Somos animales todos, hombres y mujeres y nos amamos y nos odiamos y nos besamos y nos golpeamos. Pero el macho, el varón, el ‘bacán’; domina. Desde que se empezó a escribir la historia, fue vista la mujer como objeto de deseo sexual y/o reproductivo. La cuna de la humanidad habitaba en su vientre. Machismo, el exceso de esa creencia arcaica que hoy no resiste más. Los tiempos han cambiado: los hombres usan faldas y las mujeres ya no llevan flores.

¿Cómo volteamos esta torta? ¿Cómo le lavamos el cerebro a tanto peruano ingenuo de ideas retrógradas? ¡Eureka! Hacemos una marcha y ¡zás! Todo paja. Reunimos perro, pericote y gato. Sobre todo pericotes, y bueno, ratas. Ratas grandes, viejas mucas políticas que se enfundan en el merchandising respectivo para protagonizar el magno evento. Se politiza la marcha. Marchan todas y todos. Ah, el lenguaje inclusivo. Somos un ejemplo de organización. El mundo mira con asombro nuestra proeza mientras en los juzgados más mujeres son ninguneadas, no solo por sus maridos, también por la justicia.

Entonces amanecimos con una idea: todos somos iguales. Me pregunto: ¿Eso no es, acaso, lo que quiere el sistema? El mismo sistema opresor que nos quiere cobrar más impuestos y reducir los derechos. El yugo capitalista burgués que crea una élite de pitucos dominantes del país y que controla a su antojo el Estado, quiere que todos depositemos nuestras monedas proletarias en sus ánforas doradas. La tarea, entonces, está en rebelarnos contra ellos y desinflar esa nube billetera en la que se pavonean, para que desciendan al piso, para ensuciarse en la tierra, para estar a nuestro nivel.

No solo apuntemos hacia una igualdad de sexo, respaldemos una equidad económica, de justicia, de credo y de un larguísimo etcétera. Esta polarización no tiene futuro. A menos que tengamos alguna deficiencia física o mental, tanto hombres como mujeres tenemos las mismas posibilidades de hacer lo que se nos venga en gana. Eso está claro. Hace falta, sí, una mayor efectividad de la justicia y de la ley ante casuísticas relacionadas con la violencia de género. Ahora bien, vuelvo y pregunto ¿cómo nos cambiamos el chip machista?

El rol -casi siempre equivocado- que asume la escuela, debe complementarse con el rol, tan o más negligente, que asume la familia. Recordemos que la escuela enseña y la familia educa. No pretendamos tener una sociedad moderna, de ideas progresistas o vanguardistas, de inclusión y especialmente de igualdad de género, si seguimos obligando a las niñas a jugar con muñecas y a los niños con carros; más princesas indefensas y más machitos groseros ¿para qué?

Mención aparte merecen los medios de comunicación, tanto de información, como de entretenimiento. Ejemplos sobran, como sobran las estadísticas. Hay programas televisivos que degradan la figura femenina a vista y paciencia de todos y nadie dice nada, y si lo dice, lo dice tan quedo que su voz se pierde en la misma platea en la que esa mujer baila el ritmo de moda, moviendo las nalgas en diminutos trajes que la convierten en un pedazo de carne. Ni hablar de la música; el perreo sandunguero, reggaetonero y chacalonero no es el único, basta con prestar atención a ciertas melodías que suelen ser escuchadas en las radios de “moda”.

¿Y las personas de género no binario? Temas como la igualdad y la equidad son más sensibles y complejos de lo que parecen. Definitivamente una marcha no solucionará nada. Ni una ni mil marchas. Lo que sí es necesario, y al parecer se está consiguiendo, es llamar la atención de las autoridades correspondientes para que la igualdad se haga efectiva ante la ley. La cuota de género y la liberación femenina son ejemplos reales de cómo estamos cambiando, pero falta mucho por hacer. Esperemos que la sociedad vire hacia el lado correcto y que la inclusión deje de ser un adorno. Ah y sobre la marcha “Ni uno menos”, aquí un mensaje: Oye varón, pensando pes, déjate de huevadas y apechuga nomás.


Escrito por

Jorge Pérez Baca

Alguien me dijo "escribe, escribe, que algo queda". Redes de pesca: @jorgeperezbaca.


Publicado en

LA VOZ Y EL MARTIRIO

Esa no era una pipa y esta no es una columna.