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FOTO: DARTH NEWS

¿QUIÉN QUIERE SER PRESIDENTE?

Publicado: 2016-02-13
Política es a negocio. Político es a cucaracha. Politiquería es a basura. Politólogo es a ayayero. Opinólogo es a rufián. Periodista es a héroe vestido de malhechor; o ladrón en salsa de oro moro. Presidente es a mequetrefe. Elecciones son a subasta. Electores son ovejas descarriadas, compradas y manipuladas. Organismos electorales que fingen ser autónomos, pasan por el despacho presidencial para cobrar sus bonos. Sillón de Pizarro es a trono. Palacio de Gobierno es a reino. Perú es a chacra. 19 es impar. Menos uno que espera su juicio en un penal. Menos otro que renunció por dignidad. 17 van quedando para matar. Se lanzan sin salvavidas a una piscina vacía. Adictos al dolor. Sometidos al escrutinio social. Sarna con gusto, no pica. Quijotes de una moral deprimente. ¿Quién quiere ser presidente? Un aprendiz de Camotillo que promete plata como cancha. Promesas metálicas que manipulan a sus piquichones. Salen en televisión nacional vestidos con armaduras de cristal para defender lo indefendible. Textos profanados y ya es, a la sazón, doctor. Un libro. Dos. Tres. Guarda en su camioneta del año una fotocopiadora para emular a aquellos que sí hicieron la tarea del día. Qué palomilla. Luego lo disimula. Sí, mula. Picasso y su alma en pena, rebelde. Sale de su tumba a reclamar los viejos trazos del poeta de Los Heraldos. Pobre Vallejo ha de renegar en su sepulcro parisino al ver su nombre blasfemado. Servir al monopolio de la educación. Y es que hay golpes en la vida tan fuertes, que duelen aún después de la muerte. César, el vate, no quiso ser presidente. El otro sí. El otro miente. Miente piedras. Monumentos de piedra. Miente escandalosamente que hasta pena ajena da. Es el alumno menos aplicado de la manada de borricos que encaminan sus pezuñas a Palacio. Es Humberto Grieve reencarnado en un Paco Yunque insolente al que hay que castigar en el fondo del salón de clases. Sus orejas de burro son de oro. Porque es de una raza distinta. Una que pisotea la dignidad de los niños que reparten sus volantes en las avenidas limeñas bajo un sol inclemente. Una que ningunea la inteligencia de los electores que leemos más libros de los que él ha leído. Ladrón que roba sin temor ideas, billetes, campañas, vidas. Al otro lado, la solemnidad omnipotente de una estrella manchada con sangre nativa, en un inicio solitaria, se acompaña de una exgorda hecha de sal. Las dos figuras mofletudas salen de sus residencias en la avenida Alfonso Ugarte. Se estrechan en un abrazo. Matrimonio por conveniencia. Afuera de la iglesia ensalzan sus egos. Lanzan granos del arroz más caro del proyecto Sierra Exportadora. Se suman a la algarabía pañuelos diversos. Narcotraficantes redimidos antiguos habitantes de Piedras Gordas y Lurigancho. Empresarios brasileños investigados por corrupción. Roedores caricaturescos reyes de la aceitada y del faenón. Limeños poderosos que no creen en Apus porque son de primera clase. El dios Haya se suicida al ver que la hiperinflación de su parlanchín elegido se concentra en su vientre. Su caída es inminente. Todo cae por su propio peso. Por encima suyo la mujer de un sumo levanta la pierna en un ataque samurái. Está a la cabeza de esta bestia electoral. Frente a las cámaras, su mirada oriental se deja secundar por una sonrisa fingida. Mientras el cerebro que la dirige, proyecta desde la Diroes un plan de gobierno en el reino de la almohada resentida. Piel de oveja adorable que esconde la mente esteparia de una fiera letal. La primera dama de la dictadura, de Barrios Altos, de La Cantuta, de Montesinos, de miles de fajos de cientos de soles camuflados entre maletines oscuros que recorren el aeropuerto rumbo al precipicio japonés. Cómplice de la tortura de su madre y de la esterilización de la madre de otras madres para que no sigan siendo madres. Puta madre. Todo un país enceguecido por la prensa chicha que sobrevive en redacciones decanas, dispuesto a elegir una vez más a esta mafia. Más atrás, el arlequín de Palacio. El candidato de ‘cosito’. El engreído que está ‘en agenda’. Un payaso de morado sastre que tiene pintada en la boca la sonrisa fresca y conchuda que forma el colorete de Nadine. Abriga entre sus ropas los aromas de Yanbal. Lanza en la radio un hit para audicionar en ‘Yo Soy’. Sus cualidades histriónicas se confunden con sus propuestas nunca propuestas. Porque así como dice una cosa, dice otras. Y ahí está el detalle, Cantinflas. Las encuestas lo empujan al filo del acantilado electoral con el propósito de inflarlo. Una morsa dominical lo entrevista cada tanto para consultarle sobre su color favorito, sobre su tía que es actriz. Lo tachan. Lo santifican. Lo alaban en Facebook. Lo maldicen en Twitter. Lo olvidan. Está hecho a la imagen y semejanza de sus adversarios, a los que grácilmente llama dinosaurios. Salta uno de estos para reclamar sus derechos de autor. Su nombre es Peter Paul. Su apellido impronunciable. El confiscador, digo, economista, que subastó Camisea. El pasaporte americano se ha atorado en su portafolio. Su vejez le juega en contra. Contrata a un cuy brichero que se sofoca en el barrio de Bayóvar. Invita a la embajadora de buena voluntad de Bagua para sumar votos. Pierde tiempo. Como pierde tiempo el hijo de Cabana. Está en cuidados intensivos siendo asistido por un suero de alcohol. Los santos óleos lo esperan. Botellas de etiqueta azul celebran en su funeral. Salud, cholo. Saludos también al caballero de la lampa. El vendedor de humo que asalta sets televisivos con la pierna en alto para anunciar que recuperará los recursos antes prostituidos. Tremendo fanfarrón. Aparece luego el cano paladín de la escoba. Señala. Pelotea. Saca roncha. No se amilana. Lo siento Popy, para otra vida será. ¿Y Veroniqué? La miss Simpatía que pasea su belleza hippie por caminatas y mítines. Sufre las críticas de una izquierda resentida y jamás complacida. Ella promete y promete, pero nadie le cree. Su frente amplio es un frente, más bien, angosto. Y rosado, no rojo. Solidaridad, más solidaridad. Por el candidato del sol apagado ya nadie aboga. Terminó por quitarse la careta de un luchador por las igualdades y mostró su rostro homofóbico; complaciente y acomodaticio. Por más que él quiera mandarnos al carajo a todos, todos lo mandaremos al carajo a él. Y haremos lo mismo con el milico de las cejas depiladas, con el figuretti de las esposas, con el felino tránsfuga, con el lobo desertor, con los chavistas camuflados y con los demás pitufos que pululan la cédula de sufragio. Todos quieren ser presidentes. Todos se dejan consumir por el ego. Todos decentes. Todos corruptos. Todos populistas. Todos demócratas. Todos disfrazados cual piñatas que en algunos meses se han de desinflar. Todos buscando la ansiada tajada de esta torta electoral. “Nosotros matamos menos”. “Nosotros robamos más”.

Escrito por

Jorge Pérez Baca

Alguien me dijo "escribe, escribe, que algo queda". Redes de pesca: @jorgeperezbaca.


Publicado en

LA VOZ Y EL MARTIRIO

Esa no era una pipa y esta no es una columna.